La película que se puede encontrar bajo el título Kandahar (a secas), Misión Kandahar, Operación Kandahar o Escape bajo el fuego, no debe confundirse con el film iraní Kandahar (2001) del director Mohsen Majmalbaf; ni con la película india Kandahar (2010) del director Major Ravi. Tampoco con el reportaje Diarios de Kandahar, de los directores Louie Palu y Devin Gallagher (2017). La película que nos ocupa es un serie B, sin mayor interés documental ni artístico. Pero si el género de inteligencia/espionaje tiene una peculiaridad es que vale la pena analizar las series B y cualquier chicharro, por irrelevante que sea, en busca de algún dato o detalle de interés.
El film tiene su historia. El guión original lo escribió, ya en 2016, un antiguo oficial de inteligencia, llamado Mitchell LaFortune, que había trabajado para la Defense Intelligence Agency (DIA) de los Estados Unidos. Esta agencia, compuesta mayormente por personal civil, aunque responde directamnete ante el Secretaro de Defensa, se centra en las labores de análisis de las capacidades militares de países extranjeros; pero en un sentido amplio, integrando aspectos políticos, económicos, industriales, geográficos y sanitarios.
Por fin, en 2020, el actor y productor Gerald Butler se lanzó a poner en march la película, que sería protagonizada por él mismo y dirigida por Ric Roman Waugh, también él actor, productor, escritor e incluso doble de acción. El resultado fue una película que comenzó a rodarse a finales de 2021, en Arabia Saudí, y se estrenó en 2023.
El resultado es un film distraido, con mucha acción y un argumento escasamente probable, pero que contiene algún mensaje de interés, en relación a la época en que fue estrenado.
El agente Tom Harris, del MI6, trabaja para la CIA, infiltrado en Irán, saboteando el programa nuclear de esa potencia. La película comienza, precisamente, cuando su equipo consigue destruir una planta nuclear iraní. Sale del país con la intención de tomarse un merecido permiso y arreglar sus asuntos familiares en Londres. Pero durante la escala de su vuelo en Dubai, su enlace con la CIA – el oficial Roman Chalmers, un musulmán americano- le propone rematar la operación contra la industria nuclear iraní, pero esta vez tomando Afganistán como base de operaciones.
Esta parte del guión es la más confusa. No se entiende muy bien la relación profesional exisrtente entre Chalmers y Harris; no queda patente cuál es la cadena de mando y por qué el americano puede ordenarle una operación como la que le propone; y como es que intenta converncerle ofreciéndole dinero, como si el inglés fuera un mercenario y no un agente profesional de la inteliencia británica. Por otra parte, el plan de Chalmers parece extremadamente temerario, porque supone dar el golpe de gracia al programa nuclear iraní encomendándoselo a un agente en solitario, Tom Harris; una operación de bandera negra sin cobertura y precisamente cuando la contrainteligencia del VEVAK está reaccionando y aniquilando al equipo de Harris en Teherán.
Como es previsible -y parece que un veterano tan avezado como Harris no se percata de ello- la nueva operación se va al traste en seguida, cuando los iraníes publican detalles de la reciente operación de sabotaje, incluyendo la fotografía del agente inglés. Harris está ya en Afganistán y a partir de ese momento su preocupación será cómo exfiltrarse, saliendo desde la zona de Herat hasta Kandahar por la Ring Road. Las peripecias que vive son, precisamente, el asunto de la película.
Esa exfiltración a la deseperada, con ayuda de un traductor afgano (Mohammad «Mo» Doud) se va a realizar sobre un decorado de espectaculares paisajes saudíes (recordemos que la peli no fue rodada en Afganistán) lo cual se aprecia en unos cuantos detalles, como la calidad de las carreteras. La acción discurre en un ambiente abigarrado que recuerda un tanto al de Mad Max 3, con agentes iraníes y pakistaníes, comandos afganos disfrazados de milicias ISIS, fuerzas talibanes y hasta milicias de un sanguinario señor de la guerra tayiko que opera desde la provincia de Farah, activamente apoyado por los americanos.
La película aporta algunos detalles a valorar. De un lado, está ambientada en el Afganistán de 2022, ya gobernado por los talibanes, tras la precicipatada salida de las últimas fuerzas estadounidenses el año anterior. Hay, por lo tanto, una declaración de intenciones: a pesar de la bochornosa salida de Afganistán, los angloamericanos continuarán combatiendo en la guerra no declarada contra Irán. A pesar de lo cual, ni los agentes iraníes ni los pakistaníes son presentados como unos fanáticos patosos, sino todo lo contrario. Farzad Asadi, del VEVAK es un esforzado oficial iraní, del cual se nos muestra su feliz vida familair y el dolor de su viuda cuando muere en acción. En cuanto al agente pakistaní del ISI, Kahil Nazir, es un tipo joven, tenaz pero sagaz, que desprecia a los anticuados talibanes y no le tiembla la mano a la hora de pararle los pies a los iraníes. Su objetivo es capturar a Harris para «venderlo» en el mercado internacional de enemigos de los americanos.
En definitiva, una película con oficio, más que con imaginación, pero en la cual se hace un cierto esfuerzo por marcar nuevas aproximaciones a lo que ha sido el «Vietnam centroasiático» de los anglos. Nada parecido a la visión de Rambo sobre el Sudeste asiático (Rambo. First Bloood II, 1985), sino algo más considerado. Mensajes: el Islam ya no es el mal supremo (véase al piadoso Roman Chalmer que recita el Corán mientras muere); el enemigo es Irán; pero los iraníes no son el régimen de los ayatollas: luchan y mueren con la misma nobleza que los nuestros; los pakistanìes no son de fiar como aliados -nunca lo fueron- porque se mueven por sus propios intereses; pero su lucha también es digna de respeto; tanto unos como otros están muy occidentalizados, no tienen que ver con los talibanes; los cuales, por cierto, han ganado, pero no controlan Afganistán: aquello sigue siendo el caos, y hay cuentas pendientes y brechas por las cuales los americanos pueden regresar algún día.
