A poco de comenzar a ver la película te percatas de que no funciona como un producto cinematrográfico de gran consumo, variante temática de espionaje. En Un traidor como los nuestros (Susanna White, 2016) destacan enseguida las maneras de la vieja escuela: un guión que pone el foco en los personajes, más que en la acción, una fotografía cuidada, enfoques trabajados. Tampoco abunda la tecnología de postín, salen a relucir pocos cacharritos de última generación, la trama es profesional, pero artesana. Por fin, avanzado el film, vemos a John Le Carré haciendo un cameo, como vendedor de entradas de un espectáculo. Allí está, con sus blancas cejas y un aire de abuelo bonachón, en medio de su propia obra.
Pero aunque no supiéramos previamente que se trata de una novela de John Le Carré llevada a la pantalla, podemos adivinarlo por la aparición de uno de sus tics argumentales básicos: el honesto habitual.
Es marca de la factoría Le Carré. Está en el centro de todas sus novelas, y no sólo las de espionaje. ¿Ya no recuerdan aquella fallida incursión en la novela amorosa titulada El amante ingenuo y sentimental? El tipo que no se entera, el inocente, a veces un tanto pringao, pero siempre honesto, bienintencionado; allí está. En medio de la trama, como protagonista de honor. Es El honorable colegial; es El jardinero fiel; es la víctima propiciatoria del Espejo de los espías; es La chica del tambor, cómo no; es Bartholomew ‘Barley’ Scott Blair en La Casa Rusia; el maestro incluso llegó a escribir una novela que se titulaba, precisamente, Un hombre decente, su última obra, el gran resumen. Personajes manipulados a placer por los servicios de inteligencia o idealistas a ultranza que pretenden arreglar algo, poner orden, aplicar la justicia y hacer que triunfe el bien sobre el mal. Caballeros blancos, en términos de psicología.
Pues bien, ese perfil no lo saca Le Carré de las películas de Hitchcock, sino del que fue su gran maestro, su gran referente: Graham Greene. Este fue el verdadero inspirador de Le Carré en la sombra y de unos cuantos novelistas en todo el mundo. De ahí surge la figura del protagonista virginal, bienintencionado, que termina riéndose de la parafernalia de los servicios secretos o siendo víctima de ellos. Y también del personaje de firmes convicciones morales, que las llega a anteponer al deber.
En Un traidor como los nuestos, hay mucho Greene, tanto en la estructura de la trama como en guiños muy concretos. El profesor de Literatura, Perry MacKendrick, conoce, en unas vacaciones en Marrakech, a Dima, un personaje inquietante ligado a la mafia rusa. Hombre con una extraordinaria memoria fotográfica, Dima trabaja como secretario y factótum de El Príncipe, el nuevo jefe de la familia de Vor v Zakone, que en su implacable ascenso, no duda en asesinar a la gente del anterior jefe, para montar el negocio sobre nuevas bases. Y Dima sospecha que él mismo y su familia serán las próximas víctimas. El hombre, que tiene mucha calle, enseguida detecta que puede confiar en el ingenuo y solitario profesor inglés para una misión desesperada; contactar con el MI6 y ofrecerles pen drive con información muy comprometedora sobre las actividades de la mafia rusa en Gran Bretaña. Y Perry, desde luego, no le va a fallar. Sin saber ni cómo, se ve mezclado en una peligrosa historia entre rusos de gatillo fácil, tatuados hasta el alma. Aunque reticente en un principio -Perry acaba de tener una aventura con una alumna- la esposa del profesor termina sumándose a la justa causa de salvar a Dima y su familia. Guiño a Graham Greene: esta mujer es una abogada de color, como la esposa de Maurice Castle, el protagonista bienintencionado de El factor humano, por la que termina trabajando para los soviéticos.
Más allá de este planteamiento argumental, de final previsible, la película está rodada sin mucha garra, de forma más bien monótona y es sombra palida de El jardinero fiel, quizá una de las mejores adaptaciones cinematográficas de la obra de John Le Carré. La salvan el personaje de Dima y el de Héctor, el oficial del MI6 que se hace cargo del caso, interpretado por Ewan MacGregor. Con todo y que las motivaciones de Héctor para seguir adelante con la operación, y sin el apoyo necesario, no quedan bien explicadas, el oficio de Ewan MacGregor y su talento para meterse en los pesonajes del mundo de la inteligencia, salvan su trabajo en la película.
