Cubelles Noir: ultraderecha y novela negra

El pasado 23 de agosto fui invitado a Cubelles Noir, mi primera primera «semana negra» como novelista gracias a la amabilidad de Xavier Borrell, uno de los principales impulsores del evento. Que por cierto, estuvo muy bien organizado y contó con la presencia de Petros Márkaris. En nuestra mesa se habló del auge de la ultraderecha y sus argumentos como material para la novela negra; y Márkaris, por la tarde no dejó de tocar la cuestión asociada al cambio de paradigma socio-político y a lo políticamente correcto, asunto de su última novela, que aparecerá en nuestras librerías próximamente.

Aunque el formato de las intervenciones era de mesa redonda, preparé material para desarrollar la discusión, que como suele ser habitual en estos casos, no hubo oportunidad para incluir. Por ello, ahí quedan algunos apuntes en forma de post.

a.- El trasfondo: la nueva ultraderecha

La nueva ultraderecha, que se ha venido desarrollando desde el final de la Guerra Fría (1991) se ha colado o se está colando bajo disfraces variados: por ejemplo, el nacionalismo “de toda la vida” pero con una nueva intensidad; o bien eso que se llama erróneamente “populismo”; también ha cobrado en ocasiones una falsa apariencia de mezcla de izquierda y derecha ultras (partidos o movimientos nazbols); incluso ha surgido un nuevo concepto, definido por el politólogo húngaro Gaspár Miklós Tamás: el posfascismo

Y muchas veces sin moverse dentro de catalogaciones o partidos o movimientos: la cultura chanera (4chan o 8chan, que publicó el manifiesto del asesino de El Paso, el pasado mes de agosto), GAB la red social ultra, la cultura troll, The Daily Stormer, influencers como Jack Donovan o Milo Yannopoulos, frikis como Tomio Okamura o Eduard Limonov, cómicos como Dieudonné, inventor de la quenelle; o la expansión de los identitarios, que vienen a ser el top de la modernidad en ultraderecha y que en países como Suecia se manejan como pez en el agua en redes sociales, incluyendo en ello sus propios grupos musicales.

En conjunto, la nueva ultraderecha, tomando discursos y hasta iconos de la izquierda -incluyendo al mismísimo Antonio Gramsci, ha intentado conseguir que el facha aparezca como el nuevo progre. O que, al menos, actitudes hasta ahora progres se integren en la derecha conservadora o incluso en la ultraderecha. Buena muestra de ellos es el viraje en el voto gay francés hacia el Frente Nacional, fenómeno sobre el cual incluso ya existe un estudio publicado como libro.

b. Novela negra, de intriga y de espías ante la problemática ultra

Ante esta situación caber aventurar cómo está impactando esta situación sobre la temática de la ultraderecha en la novela negra o de espionaje.

En el ámbito internacional, algunos autores parecen incluir en sus relatos relñfejos de viejas temáticas nacionalistas «históricas». Por ejemplo, el ya reseñado Charles Cummings reactiva la clásica animadversión hacia los vecinos del otro lado del Canal de La Mancha haciendo que los «malos» de su novela En un país extraño sean franceses. Para ser más precisos, franco-magrebíes en algunos casos.

Otra novela citada en este blog: El don (2002), de Mai Jia, donde el patriotismo de fondo anula el legado revolucionario de la China postmaoísta extendiéndolo hacia la maoísta y la misma Revolución Cultural.

Y aunque la novela de espías sigue muy centrada aún en la temática de terrorismo yihadista, en algunos casos se plantea un cierto debate sobre derechos humanos en tiempos del posfascismo. Tal es el caso de una conocida obra del sueco Robert Karjel, Mi nombre es N (Maeva, 2017). Con todo, la vieja temática del agente liquidador, eficaz e implacable, martillo de las fuerzas de mal (los antiguos comunistas, los actuales yihadistas) se ha reconvertido en la actualidad en manos de autores declaradamente ultraconservadores, como es el caso de Brad Thor. Una de sus más conocidas novelas, Agente exterior, se publicita de la siguiente manera: «El terrorismo en Europa está fuera de control. El gobierno de Estados Unidos ha optado por una respuesta radical, y la CIA necesita un agente muy especial».

Los complots raciales, las subrepticias invasiones de pueblos del Tercer Mundo o el supuesto problema musulmán son y han sido el pan nuestro de cada día en la novela y ensayística de la nueva ultraderecha, por lo que resulta lógico que los servicios de inteligencia aparezcan como los instrumentos adecuados para «poner remedio» a estas amenazas.

Más allá de la temática explícita, el debate sobre la nueva ultraderecha se cuela en la novela de formas más o menos subrepticias. Aunque ya tiene trece años de antigüedad, El buscador de cabezas, éxito del mexicano Antonio Ortuño es una de las mejores muestras de ese fenómeno. Narrando en primera persona, el joven periodista Alejandro Faber, militante de ultraderecha en su juventud, regresará con sus antiguos camaradas para impulsar el violento ascenso al poder del movimiento Manos Limpias. Ortuño introduce en esta novela la polémica idea de que lo radical es tenencia y el facha puede devenir el nuevo progre.

En ocasiones, la tendencia política se cuela de forma más o menos subrepticia, como es el caso del superventas turco-germano Akif Pirinçci , cuyas novelas protagonizadas por «gatos detectives» se integran en la saga Felidae, iniciada en 1989 y que también fue llevada al cine. Aunque en un principio se llegó a hablar con cierto tono desenfadado de un hallazgo original, un verdadero Animal Noir, con el tiempo se fueron destapando las ideas políticas de este inmigrante que terminó Alemania enloquecida. El culto absurdo a mujeres, homosexuales e inmigrantes por pronunciar un más que polémico manifiesto anti-inmigración durante las manifestaciones de Pegida en 2015, en el que lamentaba que ya no existieran campos de concentración en Alemania; lo cual le costó su contrato con la editorial Random House. Sin embargo, y para entonces, ya había publicado un panfleto titulado: Alemania enloquecida. El culto absurdo a mujeres, homosexuales e inmigrantes (2014)

En Cataluña, desde su perspectiva de activitista en pro de derechos humanos para los refugiados, el antropólogo social Miguel Pajares publicó en 2015 la novela La luz del estallido sobre inmigración, racismo social y ultraderecha. Todo comienza cuando Mateu Estrada, líder del grupo de extrema derecha (ficticio) Nuevo Renacer Luminoso es asesinado. «Pero en la investigación aparecen derivaciones insólitas que finalmente conducen a una encrucijada: esclarecer quién mató a Estrada no es lo más importante, cuando crecen las evidencias de una amenaza mayor a la que hay que enfrentarse con urgencia».

Pajares tiene una obra extensa y aunque esta es la más directamente relacionada con la de la ultraderecha, las demás siempre versan sobre problemáticas sociales relacionadas con el auge del posfascismo. Tal es el caso de Eduard Palomares, cuya reciente novela y éxito de ventas, No cerramos en agosto (2019), aunque sobre el escenario de una Barcelona inmersa en la gentrificación, especulación, explotación y paro.

c. Un debate extenso e intrincado

Lógicamente, si ampliamos el foco de esa temática, el ultraderechismo o el neofascismo hasta incluir, por sí mismas las problemáticas sociales que lo pueden favorecer o acompañar estaremos incluyendo en todos los subgéneros (policíaco, de espionaje, thrillers) la temática de la ultraderecha. Eso es una generalización abusiva, como la de suponer que la novela negra o criminal es de izquierdas mientras que el thriller es de derechas, como argumentaba Val McDermid en The Guardian hace pocos años.

En realidad, el enfoque de la escritora escocesa es más propio de un país sin un pasado dictatorial, y aún así. En la España de Franco hubo novela negra y cine de crímenes que podría ser tipificado de izquierdas si no fuera porque las pelis pasaban la censura y los malos eran maquis comunistas presentados como delincuentes. Por ejemplo, en el film A tiro limpio de Francisco Pérez Dolz (1963). Qué decir de la Brigada criminal de Ignacio F, Iquino (1950), pionera del cine negro barcelonés. Resulta bastante absurdo tildar una obra así de izquierdas o derechas.

Pero es que el debate puede ir más allá, por caminos perversos si consideramos los sinuosos juegos argumentales del cine negro en tiempos del maccarthismo. Ahí tenemos el conocido ejemplo del film Manos peligrosas ( Pickup on South Street) de Samuel Fuller (1953) con su «doble» guión, de malos gansgateriles (crimen organizado) o espías soviéticos / conspiradores comunistas.

En realidad, el debate se ha vuelto muy complejo hoy en día puesto que quedan lejos aquellos tiempos de la primitiva novela negra popular publicadas en novelas de papel barato (pulp). Ahora una parte de la novela negra es un producto comercial, perfectamente previsible y de gran tirada, a fin de que los balances de ventas de las grandes editoriales sean positivos o den buenas tasas de beneficios,

Por lo tanto, las temáticas no pueden ser arriesgadas políticamente, a no ser que el poder esté tan desprestigiado que pueda compensar hacer eso en un momento dado con algún título puntual. Pero en líneas generales, la cultura de lo políticamente correcto combinada con el auge de una cultura de ultraderecha que no se circunscribe a partidos o nombre políticos concretos, sino que circula libremente por la red, hacen muy difícil que florezcan títulos críticos o simplemente desveladores de cómo crece y se nutre la actual y novísima ultraderecha. Peor aún: si el ambiente social de un país ha empezado a hacer suyas propuestas intelectuales de esa ultraderecha o del ultranacionalismo, entonces lo único que puede hacer el lector es no comprar el producto.

En la foto: Cartel de Cubelles Noir, edición de 2017