TVE ha comenzado la emisión de la serie Killing Eve en la noche del pasado miércoles 11 de marzo, con el pase de los dos primeros capítulos de la primera temporada. Por el momento aún podéis ver esos capítulos aquí.
Se trata de una serie entretenida, con un divertido elenco de protagonistas que pasan por una cadena de situaciones sorprendentes y cargadas de humor negro. La mezcla de ambientes lujosos y sofisticados con otros decadentes o deprimentes, y la música, a veces inquietante, del grupo americano Unloved contribuyen a darle carácter propio a la serie.
Pero el peso de la trama lo lleva el duelo entre las protagonistas principales, la asesina rusa «Villanelle» / Oksana Astankova (Jodie Comer) y la agente secreta británica Eve Polastri (Sandra Oh). Ambas dos dos mujeres muy inteligentes, carismáticas y sofisticadas que a fuerza de jugar al gato y al ratón terminan sintiéndose atraídas una por la otra.
Dicho todo ello, pasamos aquí al análisis del contenido de la obra como perteneciente al género del cine de espionaje.
En conjunto Killing Eve no es propiamente una serie sobre el mundo de los servicios de inteligencia, sino algo más parecido a un psycho thriller, con alusiones bastante directas a El silencio de los corderos (J. Demme, 1991). Como en ese film, tenemos a una asesina psicópata que fascina y divierte con su cinismo y su pasión por el asesinato y a la investigadora que acaba fascinada por su presa. Por supuesto, Jodie Comer, que sobreactúa constantemente, no llega al virtuosismo interpretativo de Anthony Hopkins en su papel de Hannibal Lecter. Pero también es cierto que Killing Eve hace una aproximación mucho más ligera al mundo de los asesinos psicópatas de alto nivel.
Siendo ese el plato principal, el ingrediente del espionaje se queda en una ligera guarnición, con añadidos más ornamentales que alimenticios.
La puesta en escena de los personajes resulta más que inverosímil. Eve y su superior directo, con el que mantiene una relación de divertido colegueo, son puestos de patitas en la calle por el que parece ser su jefe de sección en el MI-5. El despido se produce en unos términos similares, por directos y sencillos, a los que aplicaría el dueño de un bar con sus díscolos camareros. A partir de ahí, Eve, que no queda sujeta a ninguna restricción como agente habilitada que se supone que es, resulta reclutada sobre la marcha por Carolyn Martens una oficial dura e implacable del MI-6 (¡jefa de la Sección de Rusia!), algo altamente improbable dada la separación orgánica existente entre ambas ramas del servicio de inteligencia británico, el interior y el exterior. La situación, ya bastante surrealista de por si, queda rematada por el comportamiento de Eve en un piso-base operativa del MI-6 donde lleva a sus ex colegas amigos, como Pedro por su casa, para que le ayuden en su nuevo trabajo, el de rastrear las andanzas de Villanelle. Así que la recreación de los ambientes y modus operandi de los servicios de inteligencia quedan a años luz, en cuanto a verosimilitud, de lo que veíamos, por ejemplo, en la serie Rubicón (2010).
En cuanto a al simpática / antipática Villanelle, con su derroche de modelitos y pucheros tampoco tiene nada que ver con los verdaderos agentes liquidadores rusos, oficiales del GRU con aspecto de armarios, de rostro brutal pero desdibujado. Aunque es evidente que otro de los polos de inspiración de la serie ha sido la ristra de intentos de asesinato perpetrados por los servicios de inteligencia, entonces soviéticos, ahora rusos, desde hace décadas. Comenzando por el «paraguas búlgaro» de 1978, al reciente caso Skripal (2018) pasando por el célebre atentado contra otro desertor de los servicios secretos rusos: Alexander Litvinenko (2006). Y por cierto que no deja de ser curioso el subgénero periodístico, típicamente británico, centrado en los espías asesinos rusos operando en Reino Unido, siempre provistos de sofisticadas armas químico bacteriológicas. Visto en perspectiva, no se entiende por qué sólo parecen suceder estas cosas en ese país y no en otro y los liquidadores rusos deben operar con medios tan inestables y azarosos, cuando los profesionales del Mossad llevan años enseñando cuán eficaz y rápido puede ser el cuchillo o la pistola.
Para concluir, en la serie los hombres desempeñan papeles secundarios cuando no de estúpidas víctimas propiciatorias. Konstantin, el oficial de control que tiene Villanelle es un jefe más bien bonachón y decadente al que la pizpireta asesina se le sube a las barbas. El marido de Eve es un polaco bigotudo y tirando a calzonazos y su supervisor, Frank, es tildado por todos de «gilipollas». ¿Perspectiva de género del género de espionaje? Eso le corresponde más bien a los personajes femeninos de los films de Gavin Hood: la analista Katharine Gun en Secretos de Estado (2019) o la coronel Katahrine Powell en Espías desde el cielo (2015). Lo de Killing Eve es algo mucho más ligero e intrascendente. Muy apto para distraer la noche de los miércoles con un par de capítulos, por otra parte. y para deleitarse con los estupendos paisajes de aquí y allá -el cosmopolitismo es un factor clásico en el género de espionaje- que nos hacen añorar el turismo y la libertad de movimientos, confinados en nuestros domicilios en plena plaga del coronavirus.