El factor humano

Se suele decir que el thriller de espionaje es, simplemente, “pulp”: novela de entretenimiento popular, barata y de gran tirada. Si bien es cierto que en muchos casos es así -y el boom actual de las series televisivas todavía infla más el fenómeno- no lo es menos que un contado número de obras figuran por derecho propio en el panteón de las grandes obras literarias.

De entre ellas sobresale El factor humano de Graham Greene, publicada en una fecha tan tardía como 1978, cuando el escritor contaba ya 74 años. La novela relata escaso procedimiento, y el poco que hay lo ejecuta admirablemente bien un librero que trabaja para los soviéticos y de cuya tranquila eficacia se admira el protagonista, Maurice Castle, un burócrata en apuros del Intelligence Service británico. Quizá es un doble homenaje de Greene al turbio Mr. Verloc, el protagonista de El agente secreto, de Joseph Conrad (1907); y a los voluntariosos “colaboradores” de cualquier servicio de inteligencia, que son en realidad los verdaderos espías en un elevado porcentaje de casos. Pero sobre todo, El factor humano es la novela del ambiente claustrofóbico de los servicios de inteligencia, donde la compartimentación y el culto al secretismo favorecen teorías y constructos alejados de la realidad. El plan de asesinato del funcionario equivocado con aflatoxina de los cacahuetes contiene un punto de corrosivo humor negro británico.

Otra vuelta de tuerca: el architraidor Kim Philby el supertopo infiltrado en la cúpula del MI6 británico entre 1945 y 1963 fue supervisor y amigo de Greene. Y aunque el novelista lo negó por activa pasiva, hay aspectos de la biografía de Maurice Castle que parecen extraídos de la vida de Philby. En definitiva, hay en la novela mucha empatía hacia aquellos que tienen serias dudas sobre los límites de lealtad. El factor humano contiene mucha psicología y poca acción, todo ello escenificado en el más común y corriente de los escenarios cotidianos de la vida de clase media británica; pero es quizá la mejor novela que se haya escrito nunca sobre el mundo de los espías; en el pasado y ahora. Y quizá, si los servicios de inteligencia siguen trabajando para los gobiernos, del futuro, también.

Por cierto, y a la atención de los adoradores de falsos ídolos: Graham Greene estuvo propuesto al Premio Nobel y causó extrañeza que no se lo concedieran. Pero El factor humano fue llevado a la pantalla por Otto Preminger en 1979. Nada menos.

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