La saga de los Argila (y 6): Abrupto final (Marzo de 1937)

En la imagen: Marcelo Argila es detenido por cuatro desconocidos en la calle Girona, a la altura del Café del Centre, conservado, hasta hace poco, tal cual era en aquellas fechas. Tras sacarlo del asiento del conductor, lo obligan a ocupar el puesto del copiloto, y uno de sus captores se pone al volante del Wanderer.

El 3 de marzo de 1937, pasadas las diez de la mañana, el automóvil de Marcelo de Argila, un Wanderer W250, matrícula B-64497, color azul marino, es detenido en la calle Girona, a la altura de los números 69 y 71, procedente de la calle Aragón; esto es, de la sede del SSI. Lo rodean cuatro individuos, con vestimenta de civiles, tres de los cuales se introducen en el vehículo. Cuando Marcelo sale de su vehículo para telefonear y pedir referencias, uno de los hombres le obliga a sentarse en el asiento del copiloto. Otro se hace cargo del volante y el Wanderer arranca y tira por la calle Diputació, en dirección a Paseo de Gracia. Le sigue de cerca otro vehículo, un enorme e imponente Pierce-Arrow pintado de marrón muy oscuro, y sin matrícula, ocupado por dos de los secuestradores.

Los vehículos fueron vistos por última vez por la Bonanova, en dirección a la Avenida Tibidabo. Y ahí se pierde todo rastro de Marcelo Argila. Dos meses más tarde, también un día 3, estallaban las Jornadas de Mayo.

Durante años, se atribuyó la autoría de su dramática desaparición a la CNT-FAI. Todavía en nuestros días, su ficha en el fondeo documental denominado Cost Humà de la Guerra Civil a Catalunya, gestionado por Memorial Democràtic (Gencat) especifica que «desapareció tras ser detenido por elementos de la FAI en 1937».

Pero esta versión no posee mucha lógica. Durante años pareció corresponder a la preeminencia de las versiones comunistas, socialistas y hasta nacionalistas catalanes que, a partir de los Hechos de Mayo de 1937 tiraron pelotas fuera en torno a esta turbia desaparición, sobre la cual muy pocos historiadores conocen apenas nada. Prevaleció la versión que culpaba a los anarquistas de la desaparición de Marcelo Argila, defendida incluso por su valedor Vicente Guarner.

Pero, ni este testimonio, ni otros, explican qué motivos pudieron tener los anarquistas, y más específicamente, Manuel Escorza del Val para eliminar a Marcelo Argila en marzo de 1937.

En realidad, Guarner sobrevivió a los Hechos de Mayo como jefe del Estado Mayor del Ejército del Este. El lugarteniente de Marcelo Argila, el socialista Fernando Meca, militante de la UGT de Cartagena, se hizo con el control del SSI, que más tarde pasó a ser integrado en el SIM, dominado por los comunistas. Ninguno de los principales protagonistas de esta historia de espías desapareció en la guerra civil; todos se exiliaron a Latinoamérica cuando ésta concluyó. Incluso el terrorífico Manuel Escorza del Val falleció en su cama, en Valparaiso, Chile, en 1968. La excepción fue Marcelo Argila, que ni se implicó políticamente con ningún partido de izquierdas, ni ejerció la represión en la retaguardia republicana. Era masón, por supuesto: pero también lo eran Guarner, Meca y una buena parte de los anarquistas implicados en esta historia, y que sobrevivieron a la guerra civil. Ninguno tenía interés en hablar y relatar lo sucedido, les iba la vida en ello, y Marcelo Argila no era un personaje conocido. su desaparición pasó desapercibida y más cuando, poco después, se desencadenaron en Barcelona los Hechos de Mayo.

La hipótesis sobre la desaparición de Marcelo Argila, que sí tiene lógica, la protagoniza Alexander Orlov. Como hemos visto en el capítulo anterior, el agente soviético no era, ni mucho menos, un personaje de segunda fila en la comunidad de asesores enviados por Moscú a España, al comienzo de la guerra civil. Ello quiere decir que Orlov no tenía encomendadas misiones menores en la retaguardia republicana. Muy al contrario, fue un personaje central en el despliegue de inteligencia soviética, encargado de misiones de alcance estratégico y contrainteligencia. Una de ellas, muy importante, consistió en velar porque la dinámica de la guerra civil no estropeara las relaciones entre Moscú y Paris, que en mayo de 1935 habían firmado el Tratado franco-soviético de asistencia mutua. Este acuerdo, destinado a aislar a la Alemania nazi, que por entonces había comenzado su rearme, no era visto por los franceses con mucho entusiasmo; pero para los soviéticos poseía una gran importancia, puesto que rompía el aislamiento diplomático a que había sido condenada la URSS tras la Revolución de Octubre.

Otra de las misiones de Orlov pasaba por vigilar que la misión soviética en España no se contaminara políticamente por contactos o infiltraciones del exilio ruso: mencheviques, eseristas, anarquistas y, sobre todo, trotskistas.

Cabe recordar que, poco antes de los Hechos de Mayo de 1937, habían comenzado las purgas en Moscú; y que en marzo de 1937, cuando desaparece Marcelo, estaban en su apogeo. Precisamente, el mismo Orlov, que había sufrido un accidente de automóvil en Barcelona, en enero de 1937, y que hubo de convalecer en Paris, fue contactado en el hospital por su primo Zinovy Katsnelson, uno de los jefes de la NKVD en Ucrania, para proponerle un complot contra Stalin. El convaleciente no se sumó a la intentona, pero desertó a los Estados Unidos en el verano de 1938. Mientras tanto, como profesional implacable que era, Orlov dirigió la eliminación de elementos sospechosos en la misión soviética en España, tuvo un papel central en el asesinato de Andreu Nin -en su calidad de colaborador de Bujarin y secretario de Trotski durante su larga estancia en la URSS- y coordinó la operación de traslado de la reservas de oro del Banco de España a Moscú (el célebre «Oro de Moscú»).

Las mencionadas misiones principales de Orlov giraban en torno a Paris, capital del país aliado, pero también núcleo trotskista, donde en septiembre de 1938 se fundaría la IV Internacional.

Pues bien, a su llegada a España, Orlov se encuentra con que están en marcha dos planes para promover la insurrección del Protectorado marroquí. A saber: la que se organizaba desde Barcelona, movida por Marcelo Argila desde el SSI; y la que se está empezando a gestar a iniciativa del gobierno del socialista Largo Caballero. Orlov intenta manejar los hilos de este proyecto a través de los militantes del PCE incluidos en el comité de estudio y muy especialmente, del diputado y líder comunista granadino, Antonio Pretel Fernández.

En su extensa biografía sobre Orlov (Deadly Illusions, 1993), John Costello y Oleg Tsarev explican de forma muy confusa esta operación, incluyendo la transcripción errónea del apellido Pretel, que aparece como Bretel. En noviembre o diciembre de 1936, tuvo lugar en Valencia -ya por entonces sede provisional del gobierno de la República- una primera reunión de expertos y autoridades, en la que destacó Petrel. Según escribe Miguel Antonio Luna Alonso:

«En la misma reunión se le encomendó al PCE el estudio del problema y la formulación
del plan concreto correspondiente, para lo cual el mismo Pretel, con algunos colaboradores, salió hacia Marruecos en el mes de diciembre de 1936, donde instaló, con los escasos fondos de que pudo disponer, una emisora de radio clandestina y se puso en contacto con elementos antifascistas de Argelia, con todos los cónsules de la zona francesa del Protectorado y con personas destacadas del Frente Popular francés, muy especialmente con el diputado socialista Lamoureux. Tras haber estudiado sobre el terreno todas las posibilidades y determinado la cantidad aproximada que podría ser precisa para llevar a cabo el proyecto, Pretel salió para Valencia el 31 de diciembre de 1936, en compañía del Cónsul General en Rabat y de Lamoureux, quien, si en Valencia se aceptaba la propuesta de Pretel, marcharía a París para intentar sopesar el ánimo de Léon Blum sobre el particular, pues se estimaba imprescindible contar previamente con la anuencia de las autoridades francesas. Álvarez del Vayo les puso en contacto con Carlos Baraibar, quien en las conversaciones que sostuvieron aquellos días no parecía compartir los criterios de Pretel y, en efecto, el plan fue desestimado aduciendo razones técnicas; aunque la verdadera razón era que Largo Caballero quería impedir la intervención de los comunistas en el asunto, y ya tenía previsto que se encargara de él Baraibar en exclusiva».

Pero, de nuevo según Costello y Tsarev, el entusiasmo inicial de Orlov por promover un alzamiento en el Protectorado español decayó a partir del momento en que el gobierno francés mostró su descontento ante el plan. Dada que la misión principal del soviético era impedir roces con Francia, a fin de proteger el Tratado de 1935, su agente Pretel se retiró del proyecto, así como el resto del PCE. A partir de ahí, y sin el apoyo de Moscú, Orlov sabía que el proyecto de Baraibar no podría salir adelante.

Quedaba el plan de Argila y a pesar de que oficialmente había sido desestimado desde el gobierno central, Orlov miraba con gran alarma las idas y venidas del arabista a Paris, donde andaba estableciendo contactos con los trotskistas franceses, aliados de los nacionalistas marroquíes. La aparición en Barcelona del catalano-francés Jean Rous y de David Rousset -como se explicó en el capítulo 4- levantaron todas las alarmas en Moscú. Se sabe que el proyecto fue conocido y, desde luego, desaprobado por Stalin.

Por esas mismas fechas, en febrero de 1937, apareció el primer anuncio de que el gobierno de la Generalitat intentaba negociar con los franquistas una salida unilateral de la guerra (Josep Sánchez Cervelló). En Moscú, enero, se había celebrado el segundo juicio de la Gran Purga stalinista; en junio tendría lugar el juicio secreto contra altos mandos del Ejército Rojo. Como se sabe, el leitmotif de estas persecuciones era el de conspiración a favor de Trotski, mientras que en el caso de los militares, se mencionaba un supuesto complot de acuerdo con el Alto Mando alemán.

Estos eran asuntos muy relacionados con la marcha de la guerra civil española, junto con uno de los argumentos centrales que había vendido Moscú a Paris para defender el Tratado de 1935: evitar que Francia quedara rodeada por la Alemania nazi y sus agentes en España. Dentro de todo este ambiente se situaba el interés de Orlov por desmantelar al POUM, el Partido Obrero de Unificación Marxista, de marcadas tendencias trotskistas, radicado en Barcelona y que luchaba junto con los anarquistas de la CNT-FAI con sus propias milicias. De ahí la captura y asesinato de Andreu Nin, secretario general y fundador del POUM en el verano de 1937, tras los Hechos de Mayo en Barcelona.

En marzo de 1937, Marcelo Argila era, para Orlov, un claro sospechoso de agitación trotskista, tanto en Marruecos como en Barcelona. Y parecía tener buenos contactos y capacidad de acción en ese entorno. De ahí la decisión de hacerlo desaparecer. Tenía lógica para Orlov, para la NKVD, para Moscú, para Stalin; y era una operación que no entrañaba ningún riesgo, puesto que Marcelo de Argila era un personaje muy desconocido, fuera de ámbitos muy especializados.

El procedimiento que se utilizó para ello fue el mismo que se aplicaría para la mayoría de los ejecutados antes de los Hechos de Mayo en Barcelona: una cita previa, detención del sujeto de camino al encuentro, o en el lugar del mismo, y desaparición física, sin que nunca más se llegara a saber de la víctima con exactitud (Mark Rein, Brian Goold-Verschoyle, Kurt Landau, Nikolai Skoblin). Como se pudo documentar más adelante, los agentes soviéticos incluso operaban un horno crematorio donde se eliminaban los cadáveres. Para las detenciones se contaba con policías españoles, de tendencia comunista, en las comisarías o centros de Madrid y Barcelona.

La operación solía quedar completada con la difusión de un bulo: que la víctima trabajaba para los nazis. Esta acusación iba a juego con las que se estaban preparando en Moscú contra algunos de los purgados, pero también con un operativo de manipulación diseñado por Orlov para convencer a los franceses de que Hitler poseía un plan para enviar tropas alemanas a España y las Baleares, lo cual llevaría a un «cerco» de Francia desde el sur. La puesta en circulación de la fabricación se hizo por diseminación de documentos falsificados entre personal diplomático español (Costelo y Tsarev. p. 275). Y a su vez, todo el montaje se rebotó contra el POUM, bajo la acusación de que los servicios secretos alemanes se habían infiltrado en ese partido y en círculos trotskistas en Barcelona (Costelo y Tsarev, p. 281). De esa forma, se mataban dos pájaros de un tiro.

Como se sabe, Nin fue víctima de esta intoxicación: tras su asesinato se hicieron circular «pruebas» de que la Gestapo había intentado liberarlo, Esa versión se completó con grafittis en los que se leían «¿Dónde está Nin? En Salamanca o Berlín». Algo similar podría haber sucedido con Marcelo Argila; hasta su muerte, su hijo Carlos decía haber visto una fotografía, publicada por un periódico barcelonés, en 1944, de su padre vestido con uniforme del Ejército alemán. Ese documento gráfico, que supuestamente le había enseñado un familiar cuando él era todavía niño, al menos hasta el momento, no ha sido encontrado en las hemerotecas; y de hecho, podría ser una especie de profecía autocumplida, a partir de algún rumor interesado difundido tras su muerte.

Por último, existe un documento de la Sûreté francesa, copia de un original, fechado el 19 de febrero de 1938, según el cual, a 12 de noviembre de 1937, un tal Marcel Argila, ex secretario de García Olivier (sic), antiguo jefe de información de la FAI (sic), está domiciliado en un inmueble de la rue Tripière, nr. 4, de Toulouse. Allí, siempre según el informe, «recibe a anarquistas españoles que se quejan de las persecuciones de que son objeto por parte de los comunistas, en Cataluña». El documento sale de un dossier procedente del Cabinet du Directeur Générale de la Sûreté Nationale – Fichier Central de Archives Générales. Aunque esa misma carpeta posee también registro, en ruso, que atestigua haber estado guardado, asimismo, en el Archivo Central Especial de Estado de la URSS, con número 20365.

Reproducción del documento mencionado en el texto.

4, rue Tripière, Toulouse, en la actualidad (2019). Puerta rigurosamente abierta al misterio.