En 1908 (según algunas fuentes, 1912), Arthur Conan Doyle publicaba uno de sus tres relatos cortos dedicados a un caso de espionaje: La aventura de los planos del Bruce-Partington. El título hacía referencia a los planos de un prototipo de submarino británico tecnológicamente muy avanzado, robados por un espía al servicio de los alemanes. La trama, en realidad, era del tipo espionaje detectivesco, de acuerdo con la línea narrativa habitual de las aventuras de Sherlock Holmes.
Lo novedoso del relato era que por primera y única vez, el autor desvelaba en qué consistía el trabajo de Mycroft Holmes, el genial hermano de Sherlock que recientemente ha ganado mucho protagonismo en series remake de la saga original escrita por Doyle. De esa forma, en un momento determinado, el mismo Sherlock explica:
«-Creí que lograría sorprenderle. Mycroft cobra cuatrocientas cincuenta libras al año, sigue siendo un empleado subalterno, no tiene ambiciones de ninguna clase, se niega a recibir ningún título ni condecoración, pero sigue siendo el hombre más indispensable del país.
-¿Por qué razón?
-Porque ocupa una posición única, que él mismo se ha creado. Hasta entonces no había nada que se le pareciese si volviera a haberlo. Mi hermano tiene el cerebro más despejado y más ordenado, con mayor capacidad para almacenar datos, que ningún otro ser viviente. Las mismas facultades que yo he dedicado al descubrimiento del crimen, él las ha empleado en esa otra actividad especial. Todos los departamentos ministeriales le entregan a él conclusiones, y él es la oficina central de intercambio, la cámara de compensación que hace el balance. Todos los demás hombres son especialistas en algo, pero la especialidad de mi hermano es saber de todo. Supongamos que un ministro necesita datos referentes a un problema que afectaba a la Marina, a la India, al Canadá y a la cuestión del bimetalismo; él podría conseguir los informes por separado de cada uno de los departamentos y sobre cada problema, pero únicamente Mycroft es capaz de enfocarlos todos, y de enviarle inmediatamente un informe sobre cómo cada uno de esos factores repercutiría en los demás. Empezaron sirviéndose de él como de un atajo, de una comodidad; ahora ha llegado a convertirse en cosa fundamental. Todo está sistemáticamente archivado en aquel gran cerebro suyo, y todo puede encontrarse y servirse en el acto. Una vez y otra han sido sus palabras las que han decidido la política nacional. Eso constituye para él su vida. No piensa en nada más, salvo cuando, a modo de ejercicio intelectual, afloja su tensión cuando yo voy a visitarle y le pido consejo acerca de alguno de mis pequeños problemas.»
De esas forma, el célebre escritor británico introducía la figura del personaje-cerebro, el individuo fuera de lo normal que se convierte en un computador andante. Por supuesto, ese perfil presenta interesantes posibilidades en la narrativa del espionaje. En el film Safe (2012), escrito y dirigido por Boaz Yakin, la Triada china en Nueva York utiliza a una niña prodigio de once años. En un mundo en el que cualquier ordenador puede ser hackeado, un cerebro humano privilegiado se presenta como una alternativa más inabordable. Así, la niña Mei guarda en su cabeza un largo código numérico de cajas fuertes y es capaz de presentar balances de cuentas de la organización criminal en cualquier momento.
En un nivel de literatura fantástica, el japonés Haruki Murakani incluyó el concepto de calcutec en su novela: El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas (1985). Los calcutec son procesadores humanos de datos entrenados para utilizar el subsconsciente como clave de encriptación, que trabajan para lo que sería un sistema gubernamental en el futuro. Frente a ellos, los semiotecs, a modo de calcutecs caídos, intentan robar los datos protegidos. Hablando de Murakami ya podemos imaginar que se trata de una novela de fuerte carga simbolista y fantástica -en realidad son dos historias entrelazadas que transcurre en un Tokio del futuro.
Frank Herbert también recurrió a los personajes cerebro en sus conocidas novelas Dune las más vendidas de la historia de la ciencia ficción. Son los Mentat, computadoras humanas en una sociedad interestelar en la cual están prohibidos los ordenadores y el recurso a la inteligencia artificial.
Aparentemente, aquí ya entramos en el terreno de los personajes fantásticos y nos vamos a otro género literario. Pero dado que como casi siempre la realidad supera a la ficción, consideren estas notas como un avance del catálogo de prodigios deslumbrantes que moran en los servicios de inteligencia.