El bucle de la autoedición

En la imagen: Juan Soto Ivars

Una tertulia escuchada por casualidad al volante. Onda Cero, viernes 21 de mayo, a eso de las seis y pico o siete de la tarde, con Elisa Beni, Estefanía Molina y Juan Soto Ivars. La cosa va de la importancia que tienen hoy los libros en la sociedad y la política.

Y de repente surge un tabú: la autoedición. Las ideas van y vienen, y Juan Soto Ivars lanza una muy interesante, en respuesta a Elisa Beni. Esta afirmaba que en el mundo actual, la autoedición supone que desaparecen los mecanismos reguladores de calidad que eran antes las editoriales, que publicaban o rechazaban los manuscritos en función de unos criterios aceptados. Sin embargo, el argumento de Soto Ivars es mucho más consistente: en un mundo como el actual en el cual se publica tal cantidad de títulos (creo recordar que más de doscientos al día y unos 90.000 al año) es impensable suponer que todos son de calidad.

Las editoriales publican mucha morralla, importantes cantidades de basura que en ocasiones se llega a vender, pero muchas veces, no. Por lo tanto, el criterio de calidad que supondrían las editoriales -que en España además se concentran en unos pocos monopolios que hacen y deshacen según les conviene o les parece- hace tiempo que no resulta muy creíble. Es más, continúa el periodista: la figura del intelectual ha decaído tanto (en parte por causa de las redes sociales) que el lector puede sentirse más identificado con un desconocido autor de autoedición, que “escribe lo mismo que piensa él” (uno de los mecanismo sico-sociológico que propicia las fake news) que con un encumbrado pero casposo autor con poco o ningún contacto con la vida real.

En realidad, la mala calidad de lo que publican las editoriales, remataba Soto Ivars, genera un efecto de emulación que pone en marcha el bucle: los lectores, indignados ante la baja calidad de la novela que han comprado, deciden que ellos mismos pueden escribir y explicar su propia experiencia o manejar la ficción con mucha mayor solvencia. Así que, en principio, la autoedición supone democratización y además a mejor precio para el lector.

Para el autor la cosa no está tan clara, pues no tarda en comprobar que su obra se venderá más o menos en base a la cantidad de dinero que invierta en promocionarla en los canales (algoritmos) que le suministra la plataforma editora. Mil euros al día en publicidad y promoción automáticas da mucho mejor resultado que veinte euros al mes, al margen de la calidad intrínseca del producto. ¿Compensa?¿Quieres convertir tu novela en la mejor del género aunque tu número de lectores reales sea exiguo? Ahí ya, cada cual.